La música que escuchas, puede decir muchas cosas de tí

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La música es un lenguaje universal capaz de despertar emociones y sensaciones únicas. A veces escuchas cantar a alguien en un idioma desconocido, pero logras sentir lo que quiere transmitir, aunque no sepas específicamente qué dice la letra. Lo que sí sabes es que está expresando algo alegre, triste, o en ocasiones dramático.

La música es como el chocolate, le gusta a casi todo el mundo.

Sin darnos cuenta, a veces acudimos a la música buscando un contenedor para sentimientos que nos abruman, un lugar donde puedan desbordarse libremente sin dañar a nadie. Otras veces nos reunimos para bailar y hacer que los ritmos musicales marquen el ritmo de la fiesta. También buscamos las melodías para tranquilizarnos, en ocasiones para estudiar o trabajar.

Pero, ¿cuál es realmente la influencia de la música en nuestra mente?

Que las notas musicales “generen” energía no es un problema. El problema viene cuando esta energía no puede gastarse realizando actividad física. En ese sentido, la “música fuerte” es magnífica para situaciones que exijan conductas enérgicas o competitivas.

Asimismo, las notas musicales tienen la capacidad para relajarnos. Se logra con aquellos géneros que tienen ritmos más regulares, lentos y el volumen no es tan alto. Algunas piezas de música clásica, instrumental o pop suave contribuyen a tranquilizarnos. Se emplean incluso en salas donde se llevan a cabo radioterapias o tratamientos médicos agresivos.

La ciencia ha podido establecer que los ritmos musicales estimulan diferentes áreas del cerebro. De hecho, una investigación de la Universidad de La Florida sugiere que los ritmos musicales ofrecen más activación cerebral que cualquier otro estímulo conocido.

Dentro de los principales efectos positivos están los siguientes:

Fortalece el aprendizaje y la memoria.
Regula las hormonas relacionadas con el estrés.
Permite evocar experiencias y recuerdos.
Incide sobre los latidos, la presión arterial y el pulso.
Modula la velocidad de las ondas cerebrales.
Se ha comprobado también que la buena música fortalece el sistema inmunológico y se traduce en mejor salud. No por nada las vacas dan más leche cuando se les ponen las sonatas de Mozart. Tampoco es azaroso el hecho de que las plantas florezcan más cuando hay música de fondo. La clave está en encontrar el ritmo que nos pueda favorecer en cada situación específica, de manera que podamos sacarle todo el partido a nuestro favor.