Artículo de la periodista Elizabeth Lang
Disciplina. Esa es la palabra que retumba en la mente de Ramón Enrique González a la hora de pensar en judo y que lo ha convertido en el profesor estricto, pero exitoso en la Cueva de Luz en Carpio.
La búsqueda por una práctica estricta y disciplinada se remonta a la niñez de Ramón, cuando solo tenía 9 años, vivía en Nicaragua, repartía cajetas y por pura curiosidad llegó a conocer el judo.
“Yo tenía 9 años cuando yo conocí el judo. Lo conocí de una manera no muy común porque en aquel entonces yo le ayudaba a una señora repartir cajetas. Yo miraba una academia donde decía Judo Club. Siempre todos los días pasaba viendo, me sentaba un rato y después iba a dejar las cajetas,” recuerda Ramón.
“Otras veces, primero iba, repartía las cajetas y me quedaba sentado para ver más hasta el final. Hasta que un día el profesor o el entrenador de esa academia me preguntó que si a mí me gustaba. Yo le dije que sí porque tal vez él ya me había visto varias veces sentado ahí,” comenta Ramón.
Fue ahí donde Ramón descubrió un deporte que le cambiaría la vida. Un deporte que le permitió conocerse a sí mismo y desarrollar el sentido de competencia.
“Yo fui a taekwondo, fui a jiujitsu, fui a boxeo y ninguna de esas artes me llamó la atención. Karate inclusive, pero ninguna me llamó la atención. Al final siempre me seguí quedando en judo y así pasaron los años. Fui competidor. Tuve muy buenos resultados, pero ya como a la edad de 12 o 13 años ya no me quedé en Nicaragua, sino que me vine para acá,” menciona Ramón.
Una vez que llegó a Costa Rica – tras buscar la estabilidad económica y alejarse de los tiempos de guerra nicaragüenses – Ramón encontró un lugar dónde comenzar una nueva vida y por ello dejó el judo dos años para hacerse responsable de sí mismo.
“Había que empezar de cero. No conocía a nadie. Yo vine solo. No vine con nadie más y aquí me preguntaban en qué voy a trabajar. No sé. A mí nunca me faltó, pero nada más lo que yo quería era trabajar y lo demás, yo veía un país igual, común y corriente como cualquier otro,” recuerda Ramón.
Eso fue en 1992, cuando Ramón llegó a Liberia y decidió trasladarse a San José e irse a Escazú para buscar trabajo. Luego, los años pasaron y Ramón consiguió trabajo como maestro de obras en el Banco Cathay. Ahí tuvo la oportunidad de ser enviado por la empresa para hacer unos trabajos de remodelación con SIFAIS.
Fue en esa ocasión donde conoció a doña Maris Stella Fernández y comenzaron a hablar sobre la posibilidad de dar clases de artes marciales.
“Nadie sabía que yo era cinturón negro. Le digo: vea, doña Maris, la verdad es que yo soy cinturón negro. Soy avalado por la federación. Lo que pasa es que estoy retirado. Yo le puedo ayudar un par de domingos ahí,” comenta Ramón.
El cinturón negro era un secreto que Ramón mantenía. Un secreto que le permitió ser reconocido en Costa Rica como judoca de alto nivel por la Federación Costarricense de Judo y paralelamente representar Costa Rica en el 2005 en Nicaragua, donde obtuvo una medalla de plata.
Ese secreto del cinturón negro lo mantuvo guardado por casi 10 años hasta que se involucró con SIFAIS, momento en el que se convirtió en profesor de judo.
Regresa la disciplina. Una disciplina que busca ser utilizada ahora para el bien de la enseñanza a sus estudiantes a estar comprometidos con el deporte. A estar comprometidos con una metodología de judo japonés con altas exigencias para competir a nivel nacional.
“Aquí es, para mí, que en un futuro, así como lo pensé y lo soñé una vez de llevar a los chiquillos a Juegos Nacionales. La primera vez llevé 6 chiquillos. Todos agarraron medallas. A partir de ahí ya fue que el Comité Cantonal de San José se empezó a involucrar,” comenta Ramón, refiriéndose a la disciplina que les transfirió a sus estudiantes.
En cuestión de 4 años, Ramón ha logrado reunir hasta 40 estudiantes en una misma clase todos con una visión clara de ir superándose responsablemente en el judo por medio de un entrenamiento constante.
Con estos buenos resultados, Ramón ha logrado llevar a sus estudiantes cuatro veces consecutivas a los Juegos Nacionales y a participar en la Copa de Erizo, el torneo nacional de la Federación Costarricense de Judo, el Torneo de Esquipulas, la Copa Orlando Madrigal, el Torneo de Los Lecheros, el Torneo Formativo de Santo Domingo, el Torneo NORCECA y el CODICADER.
Esa inquebrantable disciplina de Ramón es lo que lo ha llevado a generar un cambio en sus estudiantes y en un futuro aspirar a enviar a alguno de ellos a las Olimpiadas.
“Las aspiraciones es que tengamos algún chico en las olimpiadas y que mejor que de Carpio y que salió de este edificio de SIFAIS. Imagínese como puede llegar a ser,” comenta Ramón efusivamente.
Por esa inquebrantable disciplina de Ramón es que siempre aspira a lo más alto y a sacar lo mejor de sus estudiantes. Todo por esa inquebrantable disciplina.