Es difícil caminar por SIFAIS sin escuchar instrumentos musicales sonando en cada rincón. Uno de los responsables que esto suceda es Javier Campos, pues, ha sido durante más de cinco años uno de los voluntarios más destacados del centro, que con su música ha transformando la educación y la vida de cientos de estudiantes con su dedicación y pasión.
A sus 21 años, ha logrado convertirse en el director de la orquesta de SIFAIS, además de impartir lecciones de violín, chelo y solfeo durante la semana. Este vecino de Hatillo 7 en San José, estudió en el Instituto Nacional de la Música ubicado en Moravia, una de las instituciones de mayor trayectoria de nuestro país en lo que respecta a la formación musical.
Él inició en la Fundación gracias a Ernesto Gallardo, quién al ser parte de la actividad Sinfonías del Rock SIFAIS en su segunda edición, realizó un intercambio entre la orquesta sinfónica infantil, de la cual era parte, y la orquesta sinfónica de La Carpio para esa oportunidad, por lo tanto, conoció el lugar. Luego, decidió realizar su voluntariado de la secundaria en SIFAIS, ya que, quería hacerlo con algo relacionado a su pasión, la música.
¿Qué lo inspiró a convertirse en un profesor musical?
“En el arte siempre existe la necesidad de pasar los conocimientos, es parte de la profesión enseñarles a otros”.
Para Javier, la música influye positivamente en la vida de sus estudiantes al adquirir disciplina, aunque esta se logre en cualquier actividad mantenida, con la música es distinto, pues, para ver resultados se requiere más tiempo y esfuerzo, sin embargo, desarrolla habilidades como afinación y ritmo, las cuales son importantes para tener un impacto positivo en el bienestar emocional, físico y cognitivo del ser humano.
Como consejo para una persona que quiere empezar a aprender música, Javier recomienda como primordial perder el miedo, y, el siguiente paso es poder encontrar el instrumento que le llame la atención, no buscar solo los populares que aparecen en la mayoría de lugares. Él recuerda una frase que le mencionó una compañera: “uno no escoge el instrumento, el instrumento lo escoge a uno”.